El miedo


ORIGEN DE LAS TENSIONES


EL MIEDO


Sentir miedo es normal y necesario; lo produce el instinto de conservación y es una forma de estímulo enérgico, justamente cuando es más necesario. Sin embargo, es preciso controlarlo para no caer en el pánico.

Es consciente cuando resulta de una situación conocida, pero aparece frecuentemente a nivel insconsciente creando un sentimiento de preocupación y depresión, incomodidad o ansiedad, no definida.

Todo ello crea un malestar que puede agravar la salud y restar mucho a nuestras posibilidades de supervivencia.

El miedo afecta al control de nuestra conducta, pudiendo llegar a convertirse en pánico, que provocará reacciones negativas, ya que desboca la imaginación, además de inhibir los reflejos e impedir la reacción contra las causas que lo motivan.

La separación entre valentía y cobardía o entre precaución y pánico no es clara a veces, por cuanto el miedo puede conducir a valentía temeraria o a precaución inútil o peligrosa. El control adecuado se conseguirá mediante una serena estimación y una vigilancia constante de la propia conducta.

Los síntomas del miedo son:
  • taquicardia,
  • temblores,
  • dilatación de las pupilas, aumento de tensión muscular, fatiga, sequedad de boca y garganta, agudización de la voz, sudor en manos y pies, náuseas, molestias en el estómago,
  • locuacidad en el primer momento y mutismo en los estados más avanzados,
  • irritabilidad y hostilidad,
  • sentimientos irreales, pánico, estupor,
  • confusión, pérdida de memoria, incapacidad patente de concentración.
El miedo será controlado:
  • investigando sus causas y no sus efectos;
  • con voluntad de vencer;
  • con autoconfianza.
Para superarlo se deberá actuar así:
  • Reconocerlo, comprenderlo y aceptarlo.
  • Pensar, planear y actuar, aunque se sienta temor, con lógica y pensando en problemas más importantes.
  • Pensar que todo depende de uno mismo, así como su superación.
  • Mantenerse física y mentalmente ocupado, descansando cuanto sea necesario.
  • Anticiparse a los acontecimientos para evitar la sorpresa.
  • Pensar en familiares y amigos de una manera positiva, como una fuerza que impulsa al regreso.
  • Sacar partido a todo lo que le rodea.
  • Investigar, cuanto mejor se conozca el entorno, menor será el temor a lo desconocido.
  • Pensar que la causa del miedo es debida a algo conocido que todavía no ha sido descubierto, y no basarlo en algo irreal o ficticio.
  • Si se es creyente, buscar ayuda moral en los sentimientos religiosos, y si no, en la solidaridad humana.

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